14 de julio de 2014

2014- Ramón Górriz: "Las mujeres soportan el 73% del total del empleo a tiempo parcial".



En el número 29 de "Trabajadora" (julio de 2008) se publicó una entrevista con la Secretaría Confederal de Empleo de CCOO. Solicitamos a Ramón Górriz, actual secretario confederal de Empleo de CCOO, que escriba sobre la situación de las mujeres tras seis intensos años de crisis económica.




Detalle de un cartel de la Secretaría de la Mujer de la Federación de Enseñanza de CCOO.


LOS CAMBIOS PRODUCIDOS en estos últimos seis años han sido tan drásticos, sobre todo en relación a la situación del empleo en el Estado español, que algunas de las cifras parecen empeñadas en devolvernos, efectivamente, a los inicios de Trabajadora.




En el verano de 2008 ya se hablaba abiertamente de una crisis que parecía disparar las tasas de paro, fundamentalmente en el sector de la construcción, consecuencia, se decía, del fin de la “burbuja inmobiliaria” y, en menor medida, en el sector servicios (hostelería, comercio y servicio doméstico), actividades en las que trabajaban buena parte de la inmigración llegada a nuestro país en los años previos.




La población inmigrante afectada en mayor medida que la nacional por la temporalidad, se dispara su tasa de paro y se produce un punto de inflexión en el flujo de población inmigrante: a medida que la crisis ha ido avanzado disminuía la llegada de inmigrantes y aumentaba el número de retornos. Nadie podía preveer que en algo más de cinco años pudiera acumularse una pérdida de cerca de 730.000 activos con nacionalidad extranjera.




Si la población inmigrante fue la más castigada en términos relativos durante la primera fase de la crisis, desde una perspectiva del género y dada la fuerte segregación ocupacional por sexos, la destrucción de empleo afectó en mayor medida en ese primer momento a los hombres. Según datos de la EPA, a principios del 2008 existía una diferencia de algo más de cuatro puntos entre la tasa de paro femenina (11,99%) y la masculina (7,89%), diferencia que se redujo a menos de la mitad en el segundo semestre del 2009. Sin embargo, en ese momento la crisis afectaba ya claramente a la industria y, sobre todo, a los servicios, de modo que a partir del segundo semestre de ese mismo año la evolución de las tasas de paro masculina y femenina describen curvas prácticamente paralela hasta el momento actual. A lo largo de la crisis la diferencia de la tasa de paro entre sexos se ha acortado, pero desgraciadamente no ha sido debido al avance de las mujeres en el empleo sino a una destrucción de empleo generalizada que ha más que triplicado la tasa de paro masculina, alcanzando en marzo de este año el 25,9%, y ha situado a la femenina en el 26,6%.




El escepticismo que ya existía en 2008, en relación a las posibilidades de alcanzar el compromiso adquirido en el Consejo Europeo de Lisboa del año 2000 de conseguir una tasa de empleo del 60%, se antoja ahora como un sueño inalcanzable en el corto y medio plazo. En aquel momento, se ponía el acento en el hecho de que esos siete puntos que a nivel general nos separaban del objetivo propuesto, se debían exclusivamente a la desigual situación de las mujeres y temía que la crisis pudiera incrementar en mayor medida esa desigualdad. Sin embargo, si bien es cierto que la crisis ha provocado un descenso de cinco puntos en la tasa de empleo femenina, la caída de más de trece puntos de la tasa de empleo masculina ha provocado, también en este indicador, un acercamiento entre sexos.




Si como consecuencia de la crisis se han reducido las diferencias en las tasas de paro y empleo entre sexos, efecto del empeño de las mujeres por afianzar su presencia en el mercado de trabajo ha sido el permanente incremento de su tasa de actividad. Mientras la tasa de actividad masculina se ha reducido en algo más de tres puntos durante esta larga crisis, corolario sin duda del retorno de inmigrantes, de la emigración de jóvenes españoles y del desánimo de muchos parados para seguir buscando empleo; la tasa de actividad femenina, pese a verse también afectada por todos estos factores, se ha incrementado en casi cuatro puntos, si bien es cierto que no siempre esta incorporación al mercado laboral ha sido una decisión libremente adoptada: la dramática situación que viven los más de 750.000 hogares sin ningún tipo de ingreso económico ha empujado a muchas mujeres mayores de 45 años a buscar su primer empleo.




Si la destrucción de empleo, persistente a lo largo de estos seis años de crisis, es su consecuencia más directa y penosa no es desgraciadamente la única, durante estos años se ha asistido a un deterioro continuo y progresivo de las condiciones y la calidad del empleo. Si durante la primera etapa se destruyó fundamentalmente empleo temporal, las reformas laborales adoptadas para facilitar y abaratar el despido, han potenciado la posterior sustitución del empleo indefinido por empleo temporal y del trabajo a tiempo completo por trabajo a tiempo parcial; se trata de que más personas trabajen pero menos horas, con salarios más bajos y con menos derechos.




El incremento del empleo a tiempo parcial, tradicionalmente feminizado e incentivado “para ellas” como supuesta fórmula de conciliación, se ha producido precisamente en sectores de actividad con una fuerte presencia de mujeres (restauración, comercio, atención a personas dependientes…), de tal modo que las mujeres soportan el 73% del total del empleo a tiempo parcial. El 26% de las que trabajan actualmente, mas de una de cada cuatro, lo hacen en esta modalidad, en la inmensa mayoría de los casos porque no han encontrado a tiempo completo, es decir, de forma no deseada, dado que ni los horarios les permite una buena conciliación con su vida familiar ni los salarios son suficientes para resolver sus necesidades económicas y, además, es en esta modalidad contractual donde más se concentra el fraude laboral.




El acusado deterioro de las condiciones laborales ha roto la dicotomía entre los conceptos “ocupación” y “pobreza”, afectando ésta cada vez más a personas empleadas. Si en el actual mercado de trabajo las mujeres son mayoritarias en el tiempo parcial, se sitúan en mayor medida que los hombres en las franjas salariales más bajas, acceden con mayor dificultad y en menor cuantía a las prestaciones sociales y, además, son las responsables del 90% de los hogares compuestos por un solo adulto con hijos a cargo, resulta fácil deducir que el rostro femenino de la pobreza tiende a afianzarse como consecuencia de la crisis.




Por otra parte, la grave situación social, económica y financiera ha relegado completamente las políticas de igualdad, disipando el impulso que la aprobación de la ley de igualdad había supuesto. Los recortes en políticas públicas y la reducción o desaparición de determinados servicios sociales, ha supuesto una mayor carga de trabajo real para las mujeres, que son quienes continúan asumiendo la mayor parte del trabajo reproductivo y de atención a personas dependientes, dificultando aún más su ya difícil posición en el mercado laboral.




Hace seis años se señalaba la necesidad de asegurar la red de protección social como una prioridad para CCOO, una prioridad que no sólo se mantiene a día de hoy sino que, tras los devastadores efectos de la crisis, adquiere una dimensión de emergencia social. Las cerca de seis millones de personas en paro, muchas de ellas de larga duración, necesitan urgentemente un plan de empleo, dotado de suficientes recursos humanos y económicos, así como una ampliación de la cobertura social que ampare a quienes se encuentren en una situación de mayor vulnerabilidad, incrementando la cuantía de los subsidios y extendiéndolos a más colectivos, eliminando las últimas restricciones para el acceso a la Renta Activa de Inserción o al Programa PREPARA. Los planes del Gobierno parecen dirigirse, sin embargo, en sentido contrario con la reducción sostenida de la partida destinada a los Servicios Públicos de Empleo, mientras facilita el desarrollo de las agencias privadas de colocación, concediéndoles carta de naturaleza y equiparándolas con el resto de operadores en materia de formación y colocación.










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